Aunque la mayoría de los mortales prefieran otros instantes más 'mainstream', pienso que nunca es un mal momento para enamorarse, ni mucho menos para sumar complicidades erótico-existenciales a una situación de tan barroca complejidad como la que nos ocupaba a Blu Noir y a mí. Imagino que podremos inmortalizar este momento de trabajo conjunto con alguna botella de buen Merlot afanada de la despensa, querida. Dicho y hecho.

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