Me sujetó de la cintura para ayudarme a subir y debo de reconocer que estaba sensible al toque de sus manos, las cuales hicieron que mi cuerpo deseara más, para saciar la sed que había comenzado a sentir. Seguidamente subió él y ambos nos fuimos cabalgando, sentía que era mi príncipe azul el que había llegado para rescatarme y que ahora me llevaba a vivir con él, feliz para siempre como en los cuentos. Sé que era un pensamiento infantil, pero creo que todas la mujeres románticas hemos soñado con eso desde la niñez. Recordé la escena de uno de mis cuentos ilustrados cuando era niña, la imagen de un apuesto príncipe en su impecable armadura, con espada en mano y montando en su caballo blanco, se había quedado en mi mente para soñarlo por mucho tiempo y aunque mi realidad había sido otra, quise guardar una pequeña esperanza en lo más profundo de mi corazón y por un momento, me sentí afortunada y quise creer en mi propio cuento. A medida que me hablaba por el camino, sentía su cálido aliento en mi cuello y su dulce voz penetrando mis oídos. Sentía que estaba a punto de perder el conocimiento y quedarme en sus fuertes brazos. Sinceramente no recuerdo las cosas que me decía, tenía que concentrarme en mi fortaleza y tratar de evitar la excitación.

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